Cuentos de adúlteros desorientados. Juan José Millás
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TÍTULO: CUENTOS
DE ADÚLTEROS DESORIENTADOS (2003)
AUTOR: JUAN JOSÉ MILLÁS (1946)
EDITORIAL: LUMEN
FORMATO: DE BOLSILLO-ENCUADERNACIÓN RÚSTICA, TAPA
BLANDA
NÚMERO DE PÁGINAS: 139
Cuentos de adúlteros para desorientados es una antología de relatos breves
(cuentos) publicados por el articulista y escritor valenciano Juan José Millás. El tema
conductor, como indica el título, es el adulterio y la desorientación
consubstancial que atañe a los seguidores de esta antigua tradición. En el
prólogo –Adúlteros y (ad)úteros- , el
autor hace su particular profesión de fe de esta práctica milenaria, elevándola,
incluso, a la consideración de auténtico sacerdocio
(…) que conlleva demasiadas energías si
no crees en la salvación, con referencia incluida a las crisis de fe: Los cuentos más tristes (…) son los de los adúlteros que de repente
pierden la fe en la infidelidad[1]
(…); e incluso de base del matrimonio, razonamiento sobre el que se abunda en el
relato Adulterio: (…) la
relación adúltera no se comprende como un fin en sí misma, sino como paso
previo a un comercio estable (…) siempre,
desde el matrimonio me han empujado al divorcio, o desde el adulterio al
matrimonio (…). Pero para mí siguen
siendo dos instituciones distintas, aunque complementarias. Ello parece
hundir directa o indirectamente sus raíces en los triángulos trágico-amorosos
de la Edad Media (Arturo, Ginebra, Lancelote o Tristán, Isolda, Marke), en los
relatos cómico-eróticos de Bocaccio (El Decamerón), el Arcipreste de Hita (El libro del buen amor) o en las óperas
humorístico-devastadoras de Wolfgang Amadeus Mozart, sobre los ácidos libretos
de Lorenzo Da Ponte[2], por
citar algunos ejemplos.
No obstante, en el
universo adúltero de Millàs, el erotismo brilla por su ausencia, dando paso a
la una descarnada sexualidad, a menudo sin sexo –y por supuesto, sin amor-, y
centra sus relatos en un contexto onírico de relativismo (a)moral, e incluso,
de inmoralidad sin reservas [pederastía de uno de los protagonistas, en El extraño viaje (pg. 58), en el que los
vacíos personajes –a menudo sin nombre propio (el/la adúltero/a)- que lo
habitan parecen vagar, cual ánimas en pena, sin destino alguno. A pesar de la
innegable teórica comicidad de algunas situaciones [dos cuñados que se
encuentran a la salida de un burdel, tanto en el citado El extraño viaje (pg.
59), como en La Muela de Folgado (pg.
64), o el móvil que suena en el interior de un cadáver durante el funeral], en El infierno (pg. 110) no parecen hacerse
demasiadas concesiones al humor.
Hay que enmarcar literariamente, pues, este tipo de relatos, en lo que el
propio Millás denomina “anticuentos”, esto es una historia cotidiana que se
transforma por obra de la fantasía, en un punto de vista para mirar la realidad
de forma crítica.
La mayoría de los
relatos, se desarrollan en ámbitos urbanos españoles –aparecen los nombres de
las ciudades de Madrid y Barcelona-, durante la última década del siglo
anterior (se expresa la moneda en duros, o se habla de la tapa del tocadiscos).
Tal y como se adelanta en el prólogo, las habitaciones de hotel constituyen uno
de los micro-habitats donde tienen
lugar las experiencias de los personajes. En quince de ellos, el autor se vale
de la tercera persona –algunos de ellos, incluyendo conversaciones-, mientras
que en los doce restantes, de la primera, perteneciendo cuatro de estos últimos
al género epistolar (cartas a las exparejas), en las que el autor combina la
primera persona con la segunda, en ambos casos, del singular.
Cabe destacar los
siguientes cuatro relatos, no por ser mejores que los demás, sino por parecer
romper, por momentos, la dinámica imperante en la antología. El rostro y El infierno, por contextualizar el adulterio en el fenómeno de la
muerte (o quizás, al revés); y Los viajes
a África, por ser la protagonista una mujer. Ello nos lleva a observar, a
título de diferencia con, por ejemplo Diez
mujeres de Marcela Serrano, un mayor protagonismo de los personajes
masculinos, por encima de los femeninos, los cuales, a menudo, tienen una mera
consideración argumental de ex machina.
Por su parte, en el relato El paraíso era
un autobús, el autor parece hacer una mínima concesión al idealismo romántico,
al ser los protagonistas enterrados (por casualidad) en nichos vecinos, lo que
parece un reflejo en clave satírica de Tristán
e Iseo, Romeo y Julieta o Los amantes de Teruel.
En referencia a la
tipología de personajes que encontramos, volvemos a recurrir al prólogo Adúlteros y (ad)úteros, que nos brinda
la siguiente muestra psico-patológica: El
bígamo, forma patológica del adulterio, que se corresponde con el cuento
del mismo título (pg. 77), el adúltero homosexual, que se corresponde con Pasiones venéreas, donde Jorge –uno de
los pocos protagonistas con nombre de pila utiliza a su amante para
relacionarse con el marido de ésta (pg. 19), o la rara avis que constituye el adulterio platónico en el mencionado
relato El paraíso era un autobús
(página 33). En cualquier caso, los protagonistas son apenas, esbozos de
personajes, la mayoría sin nombre propio –se recurre expresamente a las
denominaciones del adúltero y la
adúltera-, como se ha dicho antes, perdidos en este particular micro-universo
y, marcados por sus insalvables soledades (emocionales no físicas, y más
subconscientes que conscientes), todos ellos, profundamente vacíos, incluso
hastiados de sí mismos. Ello lleva a aventurar, por nuestra parte, una
especulación altamente existencialista por parte del autor.
El lenguaje de
estos cuentos es voluntariamente distante, magníficamente bien trabado y
seleccionado –abundan las frases geniales- y en boca de los personajes que
actúan en primera persona, especialmente, en forma epistolar, se nos antoja,
incluso, demasiado elevado y sutil para la tipología social de estos y las
situaciones en que se encuentran. Dentro del repertorio de frases y juegos de
palabras geniales, nos permitimos destacar, además de las ya referidas las
siguientes expresiones: (…) hacer el amor
con efectos retroactivos (…); (…) no
se puede ser heterodoxo sin haber pasado por la ortodoxia; Todo lo que arrebataba clandestinamente a
las mujeres, (…), acababa
transformándose en un tumor (…); o Él
se decidió a poner en marcha la mecánica, ya que la química parecía fuera de
servicio (…).
Cuentos adúlteros para desorientados de
Juan José Millás constituye, pues, una interesante muestra de los últimos
exponentes de la literatura española, en especial, dentro de lo que es el
relato breve de sesgo monotemático, anticuento,
para el caso que nos ocupa. Se trata, en definitiva, de una obra que puede
resultar –sin llegar a cautivar-, sugestiva para el lector medio, dado el tema
que trata y la atracción que ejerce sobre éste, como por lo, en este aspecto, igualmente
sugestivo del título de la obra y de cada uno de los relatos, así como por la
brevedad de los mismos.
[1] En el relato El adulterio como vocación parece abundar en este razonamiento: Aunque llevaba años practicando el adulterio
con una entrega religiosa, no había dado hasta el momento con ninguna respuesta
fundamental para su vida (pg. 40).
[2] Compárese con la profesión de fe
que realiza Don Juan: ¿Dejar a las mujeres? ¡Loco! Son
para mí más necesarias que el pan que como y el aire que respiro. (…) Todo es
amor… El que es fiel a una sola es cruel para con las otras; yo, que siento en
mí tan vasto sentimiento, las quiero a todas; las mujeres, como no saben
reflexionar, a mi buen natural llaman engaño (Don Giovanni, acto II).
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